La agresividad de los perros pequeños hacia los más grandes

Socializar y establecer órdenes y límites en los cachorros es esencial para evitar posibles conductas inadecuadas en la adultez
La agresividad de los perros pequeños hacia los más grandes
Paloma de los Milagros

Escrito y verificado por la bióloga Paloma de los Milagros.

Última actualización: 24 noviembre, 2019

La característica agresividad de los perros pequeños se conoce clínicamente como síndrome del perro pequeño y se fundamenta, principalmente, en su instinto por compensar su baja estatura.

Las razas caninas de pequeña dimensión suelen ser más propensas a tener un carácter dominante y desconfiado. Este temperamento poco sociable se potencia ante perros y otras mascotas más grandes. Además, suelen ser más posesivas con sus dueños; demandan continua atención a través del ladrido.

Para explicar el funcionamiento de dicha conducta, los etólogos se basan en la analogía humana del conocido como síndrome de Napoleón. Esta terminología recoge todos aquellos comportamientos que las personas bajas, sobre todo los hombres, adoptan debido a su complejo de inferioridad.

No obstante, aunque la agresividad de los perros pequeños esté fuertemente determinada genéticamente, los dueños siempre pueden rebajar su intensidad. Para ello, se debe apostar por una socialización temprana y perseverante.

Características del síndrome del perro pequeño

El factor miedo es clave, origen de la actitud altiva de este tipo de canes. Entre los rasgos más definitorios destacan:

  • Comportamiento excitable, con tendencia al ladrido, gruñido e incluso el amago de asalto a personas y perros ajenos.
  • Enfrentamiento a perros de mayor tamaño, cuya poca efectividad suele derivar en evitación o huída.
  • Tendencia al incumplimiento de órdenes.
  • Resistencia a la hora de bajar de camas o sofás, incluso cuando sus dueños no están en ellos.
Perro pequeño en la cama

El que la agresividad de los perros pequeños haya sido un hecho persistente generación tras generación ha llevado a muchos investigadores a determinar su causa.

Por un lado, hay hipótesis biológicas que consideran las conductas de mendicidad, búsqueda de atención o la mayor frecuencia de micción como efectos secundarios de la selección genética. Así, estos genes propios de las razas pequeñas codificarían de forma simultánea el aspecto infantil y el carácter inmaduro.

Por otro, hay expertos que a pesar de mantener la justificación genética, otorgan mayor peso al refuerzo de los dueños. Un ejemplo sería la hiperactividad, potenciada cuando los propietarios no ejercitan suficiente a sus mascotas con base a su pequeño tamaño.

También destaca la tendencia a cogerlos en brazos o a ignorar ciertas conductas como el ladrido o la mordida dado que el impacto generado es menor que el provocado por un perro de raza mayor.

Cómo rebajar la agresividad de los perros pequeños

Los comportamientos no deseados de este tipo de razas suelen perjudicar tanto a los dueños como a las propias mascotas. De esta forma, los canes, cada vez, serán más recelosos de sí mismos y los propietarios verán limitada su relación con personas o animales ajenos.

Además, la relación de fidelidad entre ambos se verá frecuentemente comprometida, y es que es cada vez más difícil la reeducación del animal.

Yorkshire ladrando

Las personas que se decanten por este tipo de razas deben ser conscientes de que a la aparente ventaja de un tamaño pequeño debe añadirse la mayor dificultad de entrenamiento. Por ello, los expertos recomiendan la disciplina, tanto en el cumplimiento de las órdenes como en el establecimiento de límites en conductas inadecuadas.

Consentir, ignorar o castigar violentamente la agresividad de los perros pequeños, sin una perspectiva educativa, incrementará los comportamientos indeseados.

Apostar por la socialización también es fundamental para fomentar los encuentros y las sesiones de juego con otros perros, sobre todo aquellos que tengan la misma dimensión.

Las interacciones con canes más grandes o personas desconocidas debe realizarse de forma progresiva. Hay que intentar que sea el propio animal el que se acerque a hacer un primer reconocimiento.

En caso de que los dueños tengan dificultades para educar a su mascota es aconsejable recurrir a un entrenador. Asimismo, priorizar la actuación en los primeros años de vida evitará corregir actitudes y comportamientos inadecuados, a la vez que consolidados, en el can adulto.


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