Cómo saber si un santuario de fauna es falso

Distinguir un santuario de fauna real de uno falso es útil a la hora de planear nuestro próximo viaje
Cómo saber si un santuario de fauna es falso
Eugenio Fernández Suárez

Escrito y verificado por el veterinario Eugenio Fernández Suárez.

Última actualización: 12 abril, 2019

Los santuarios de fauna son algo que cada vez nos llama más la atención. En una era donde se cuestiona la utilidad de los zoológicos, muchos creen que la solución son los llamados santuarios de fauna, que en teoría pondrían siempre el rescate de animales como una de sus prioridades. ¿Pero es esto siempre cierto?

Al popularizarse el término santuario de fauna, y todo lo que ello implica, este tipo de centros están aumentando su número de visitantes, lo que supone una mayor financiación. Esto hace que mucha gente este decidiendo usar el término santuario para designar a sus centros, cuando en muchas ocasiones son auténticos lugares de terror.

Por ello, es importante aprender a diferenciar aquellos santuarios reales de los que en realidad son explotación animal encubierta, ya que esta es una lacra que perjudica a los verdaderos santuarios.

¿Crías de animales en un santuario?

Una de las mejores maneras de diferenciar un santuario de fauna real de aquellos que son falsos es observar la edad de los animales. Estos centros deberían mantener a sus animales en cautividad debido a que no pueden ser liberados al medio, por lo que los santuarios suelen tener animales que vienen de otras formas de cautividad animal, como puede ser el mascotismo, los circos o la experimentación.

Mascotismo con chimpancés

Todas estas formas de explotar animales salvajes en cautividad tienen algo en común: es muy sencillo tener crías de animales, pero no lo es tener animales adultos. Animales como los grandes simios o los felinos son muy graciosos de pequeños: se puede usar a un chimpancé con dos años para rodajes, o a un tigre de unos meses como mascota.

Se puede, incluso, rentabilizar años de estos animales en circos o experimentación, para luego ser incautados o incluso cedidos. Sin embargo, estos animales no son seguros de adultos y es cuando son rechazados y rescatados.

Esto quiere decir que normalmente los santuarios no rescatan crías de animales: lo más común en un santuario de fauna real son los animales viejos, con enfermedades crónicas y aspecto desaliñado. Las crías de animales difícilmente llegan a santuarios, salvo que la incautación se produzca en aeropuertos o en la venta directa, algo que no suele ocurrir.

Sin embargo, las crías de animales sí son comunes en falsos santuarios de fauna, ya que estas atraen a visitantes deseosos de ver bebés y pagar por ello. Además, los santuarios de fauna acreditados por asociaciones como GFAS no crían animales, por lo que las posibilidades de ver cachorros se disminuyen. Esto se debe a que en lugar de criar, estos centros pretenden dar ese espacio a animales maltratados.

¿Se toca a los animales?

Algo muy importante a la hora de determinar si un santuario de fauna es real o falso es ver el contacto que se tiene con los animales. Normalmente, cuando hablamos de fauna salvaje, los santuarios de fauna difícilmente interaccionarán con los animales, y mucho menos dejarán que otros lo hagan a cambio de dinero o publicidad, ya que es algo peligroso.

Esto se debe, de nuevo, a que estos centros rescatan a animales complicados: un chimpancé víctima de la experimentación, o un tigre que ha cruzado centenares de aros en llamas en un circo, no son animales con los que querrías hacerte una foto o abrazar. De hecho, esto no tiene beneficios para ellos, ya que un santuario debe fomentar comportamientos naturales de estos animales: permitir que se relacionen con los de su especie en lugar de con personas.

En muchas ocasiones, estos santuarios de fauna falsos interaccionan con animales peligrosos: los abrazos a tigres o los selfies con primates ponen en riesgo la vida de las personas, aunque los santuarios de fauna falsos reducen este peligro usando crías, a las que pueden llegar a arrancar las uñas en el caso de los grandes felinos.

Además, la promoción de las interacciones entre animales salvajes y personas no solo es peligrosa: también mina los esfuerzos en conservación y lucha contra el tráfico ilegal, lo que promociona el tráfico ilegal de especies amenazadas. Un santuario que se precie no puede participar en estas actividades, aunque le repercuta en un beneficio económico a través de vender selfies con animales.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.