El fascinante mundo de los amonites

Los amonites son los cefalópodos fósiles más abundantes del planeta. Con más de 1.500 géneros descritos, despiertan el interés general no solamente por su belleza, sino también por su uso como fósiles guía.
El fascinante mundo de los amonites
Luz Eduviges Thomas-Romero

Escrito y verificado por la bioquímica Luz Eduviges Thomas-Romero.

Última actualización: 08 febrero, 2022

Los amonites son un tipo de molusco marino prehistórico muy exitoso desde un punto de vista evolutivo, pues logró habitar en nuestro planeta por más de 300 millones de años. Durante los últimos 500 millones de años el planeta ha sufrido cinco episodios de extinción masiva, y por ello, más del 90 % de los organismos que un día caminaron, nadaron, volaron o reptaron han desaparecido de la tierra.

Los amonites fueron supervivientes en diferentes eras geológicas

A lo largo de la historia del planeta, los ammonoideos, como grupo, lograron sobrevivir a varios eventos catastróficos de extinción, aunque a menudo solo quedaran unas pocas especies representantes. Cada vez, sin embargo, este puñado de especies lograba diversificarse en una multitud de formas.

Durante la última parte de la era Mesozoica los amonites se volvieron menos abundantes, y ya en la era Cenozoica ninguno de ellos sobrevivió. Así, los últimos linajes de los amonites desaparecieron junto con los dinosaurios hace 65 millones de años, en el evento de extinción al final de periodo Cretácico.

Los fósiles de amonites, útiles para marcar el calendario geológico

Seguramente, casi todos hemos visto un fósil de amonites, pues son muy abundantes a lo ancho de todo el planeta. Tales fósiles se forman a medida que los restos del animal se entierran entre sedimentos, que posteriormente se solidifican, dando un lugar a rocas con su forma.

Así, al quedar atrapados en diferentes estratos terrestres a lo largo de la historia del planeta, los amonites se han convertido en indicadores útiles para marcar épocas de la historia geológica. Este uso es posible por dos características del animal:

  • Rápida evolución: dada esta característica, las especies de amonites tuvieron una duración relativamente corta. Así, en una misma escala geológica, las especies que se fosilizaron en rocas sedimentarias marinas son características.
  • Distribución geográfica global: Los amonites son relativamente comunes y razonablemente fáciles de identificar.

Gracias a estas características, los amonites se pueden usar para distinguir intervalos de tiempo geológico de menos de 200 000 años de duración. En términos de la historia de la Tierra, esto es muy preciso.

Fósil de amonites grabado en piedra.
Los fósiles de amonites son fácilmente identificables por su concha espiralizada.

La clasificación de los amonites

Los animales extintos, al igual que los animales vivos, se clasifican en taxones, géneros y especies. Así, los amonites son clasificados como cefalópodos de la subclase Ammonoidea. Hasta ahora, se reconocen nueve órdenes de ammonoideos: cinco de la era Paleozoica y cuatro de la Mesozoica. Estamos hablando unas 10.000 especies de amonites en total.

En la actualidad, los parientes vivos más cercanos de los amonites son de la clase de los cefalópodos: pulpos, calamares, sepias y nautilos.

¿Qué se conoce de los caparazones de los amonites?

De acuerdo a los registros fósiles, los amonites muestran una concha en forma de espiral, cuyas funciones más importantes fueron la protección ante depredadores y la flotación. A medida que el animal crecía iba construyendo nuevas cámaras en la concha, y cada cámara se separaba internamente por un tabique o septum.

Esta arquitectura le proporcionaba fortaleza al caparazón y evitaba que el animal fuera aplastado por la presión externa del agua. Aunque, según estimaciones, se cree que los amonites no podían soportar profundidades de más de 100 metros.

Es interesante conocer que el animal vivía solamente en la cámara externa de la concha. Las cámaras internas estaban llenas de aire o fluido que el amonites regulaba para controlar su flotabilidad y movimiento, algo similar a lo que sucede en un submarino.

Adicionalmente, estos caparazones variaban mucho en su superficie: Algunos eran suaves y lisos, y otros  presentaban crestas espirales, costillas o incluso espinas. Aunque la espiral es la forma típica, algunos géneros de amonites tenían conchas que se enrollaban de formas más extrañas. Estos se conocen como heteromorfos.

¿Cuál era la apariencia y los hábitos de vida de estas criaturas?

Los amonites, al igual que la mayoría de los otros cefalópodos, fueron depredadores. Así, estas criaturas parecidas a los actuales nautilus, tenían estructuras córneas con forma de pico dentro de un anillo de tentáculos. Su cuerpo blando se extendía desde sus conchas para atrapar presas como pequeños peces y crustáceos.

También se presume que los amonites se desplazaban por los mares cálidos y poco profundos, usando tanto la flotabilidad de las cámaras internas de su concha, como la propulsión a chorro.

Otro dato curioso es que se cree que estas criaturas fueron unisexuales (que presentaban sexo masculino o femenino por separado) y de fecundación interna. Se han identificado caracteres sexuales secundarios que afectan la estructura y forma de la concha.

Dibujo de un ejemplar de amonites.

¿Existió un amonites gigantesco?

A lo largo de la historia, las especies de amonites experimentaron numeroso cambios. En el continente americano, el amonites más grande documentado fue la especie Parapuzosia bradyi, del periodo Cretácico, con especímenes que miden 137 centímetros de diámetro.

Sin embargo, el récord de tamaño lo posee la especie Parapuzosia seppenradensis, también del Cretácico, con 1.95 metros de diámetro. Se estima que este espécimen, que fue encontrado en Alemania en 1895, habría tenido en vida un diámetro de aproximadamente 2,55 metros.

Por otro lado, entre los amonites más pequeños, se cuentan a los nannocardioceras que vivieron en el Jurásico tardío. En esta especie, los individuos adultos rara vez tienen más de dos centímetros de diámetro.

Nota final

Las hermosas conchas fósiles de amonites han sido recolectadas por personas durante milenios. Su aspecto les hicieron protagonistas de mitos: durante la época medieval se creía que eran serpientes que se habían convertido en piedra, y tenían valor comercial pues se vendían a las personas en peregrinaciones.

Sin embargo, el aprovechamiento que se les ha dado para datar con extrema precisión los sedimentos marinos, los hace esenciales para la generación de conocimiento geológico de nuestro planeta.


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