El sapo partero: padre del año

Los sapos parteros macho se encargan de los huevos durante un mes hasta su eclosión. Es un comportamiento atípico y fascinante en el reino animal, y se da de forma casi exclusiva en nuestra península.
El sapo partero: padre del año

Escrito por Samuel Sanchez

Última actualización: 20 marzo, 2020

En el reino animal suelen ser las hembras quienes se dejan la piel para sacar adelante a su descendencia. Sobretodo en mamíferos, la imagen es clara: las hembras cuidan mientras los machos pelean y cazan. Biológicamente el cuidado parental suele ir vinculado al género femenino. Pero existen excepciones a esta regla, y el sapo partero rompe cualquier preconcepción de género.

Este simpático anfibio tiene un comportamiento fascinante. Por ello, a continuación te comentaremos todo lo que debes saber sobre él.

El mejor padre de la península

Los sapos parteros son un género de anfibios pertenecientes a la familia Alytidae.  Se diferencian cuatro especies en la península ibérica:

Sapo partero común nadando en un estanque en Alemania.

  • Alytes obstetricans: se encuentra en Suiza, Bélgica, Alemania y gran parte de la península. ¡Son los más grandes del género con solamente 5 centímetros de cuerpo!
  • Alytes cisternasii: son un endemismo ibérico. Nuestra península es su único hábitat, por lo que su conservación es esencial.
  • Alytes muletensis: los más pequeños del género. De tamaño delgado y grácil. Son endémicos de Mallorca.
  • Alytes dickhilleni: también endémico de la península. Muy similar a Alytes obstetricans.

 

Como podemos observar, el género Alytes predomina en nuestra península. ¡Es un privilegio contar con especies tan curiosas como endemismos! Pero esto también conlleva una responsabilidad: todas estas especies se encuentran desde el rango vulnerable a en peligro según la IUCN. La conservación y preservación de estos animales es una necesidad.

Reproducción en tierra, atípico en anfibios

A inicios de primavera y con la llegada de las lluvias, los machos de sapo partero comienzan a cantar desde sus refugios. En zonas secas y con taludes de arena sus cantos tímidos tiñen la noche. 

La hembra es atraída por los cantos del macho, siendo de su predilección los más graves, que suelen ser emitidos por los individuos de mayor tamaño. Esto es un claro caso de selección sexual: las hembras eligen a los machos más fuertes únicamente en base a su reclamo.

Una vez encontrados, comienza el amplexo o abrazo. El macho se posiciona por encima de la hembra y la abraza por detrás de sus patas delanteras. Ella, estimulada, expulsará los huevos que serán inmediatamente fertilizados por el macho.

El macho se mueve frenéticamente y entrelaza todos los huevos entre sus patas: ahora las crías son su responsabilidad. La hembra abandona al macho y continúa su camino.

Ilustración del sapo partero común.

Un duro camino hasta la eclosión

El macho tiene ahora una tarea: llevar los huevos a su espalda durante un mes hasta su eclosión. Esto conlleva un enorme esfuerzo y también un riesgo. Los huevos son grandes, numerosos y de color blanco llamativo, convirtiendo al macho en una diana visible ante depredadores. Pero esta no es la única preocupación de este pequeño anfibio.

Aunque no se ha constatado científicamente por falta de estudios, se cree que los machos viajan en búsqueda de zonas húmedas para preservar los huevos.

Los huevos son débiles al no tener cáscara (su única protección es una mezcla gelatinosa), por lo que mantenerlos húmedos es esencial para la supervivencia de las crías. El macho también tendrá que ser capaz de cazar insectos para no morir de hambre, tarea dificultada por su enorme carga.

Sapo partero llevando sus huevos.

Cuando se acerca la hora de la eclosión el macho tiene que darse prisa. Este recorrerá toda la distancia que pueda en búsqueda de una fuente de agua: los renacuajos necesitan eclosionar. En los últimos días previos a la salida del huevo, se pueden observar a los pequeños renacuajos dentro de sus cápsulas ya formados entre las patas del padre.

Una vez encontrado el charco adecuado, el padre se sumergirá y esperará a que los renacuajos se liberen del huevo. Es un momento verdaderamente mágico: se puede observar el milagro de la vida en directo. Los renacuajos comenzarán a nadar y se emanciparán de su padre, y este volverá a su guarida tan añorada.

¿Por qué tanto trabajo?

No podemos evitar preguntarnos por qué estos anfibios se complican tanto la existencia. La mayoría de sapos y ranas ponen sus huevos en el agua y se olvidan para siempre, pero no los sapos parteros.

Todo radica en una cuestión de supervivencia. El sapo partero vive en ambientes secos e inclementes, por lo que la duración de los charcos nunca está garantizada.

Estos anfibios se lo juegan todo a una carta: maximizan la supervivencia de sus crías a coste de la suya propia. Al cargar con los huevos evitan que estos mueran por desecación o depredados, pero también se exponen ante más peligros.

Su único interés es dejar descendencia en las siguientes generaciones, aunque les cueste su propia vida.


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