Mi perro no es mi hijo, pero yo sí soy su madre

Mi perro no es mi hijo, pero yo sí soy su madre
Francisco María García

Escrito y verificado por el abogado Francisco María García.

Última actualización: 28 noviembre, 2017

Cuidar y dar amor son aspectos fundamentales de una tenencia responsable. Sin embargo, los especialistas alertan sobre los peligros de la humanización excesiva de las mascotas. A continuación, haremos un repaso sobre los motivos para decir ‘mi perro no es mi hijo’.

El origen de la sensación

Algunos expertos afirman que el concepto de sensibilidad animal surge durante el romanticismo. Se supone que se relaciona a la reivindicación de expandir los derechos y fundamentar otra clase de ética menos excluyente.

Otros afirman que la humanización de las mascotas es una clara señal de la transformación del concepto de familia. Por un lado, alerta para el individualismo de nuestros tiempos, donde la mascota aparece como el nexo de unión familiar.

Por otro, revela la dificultad humana de comunicarse y expresar sentimientos. En el contexto de crisis ética, la ruptura del sentido de confianza lleva a ver en los perros seres más puros que los seres humanos.

Autor: Wagner Cezar

Para muchos amos apasionados, esto suena poético. Pero no reconocer el momento de decir “el perro no es mi hijo” puede caracterizar un maltrato al animal.

¿Por qué debo entender que mi perro no es mi hijo?

En primer lugar, se debe percibir que al humanizar un perro se deja de respetar sus características específicas. Cada especie tiene sus propias necesidades, pues su organismo no es igual al de los humanos. Además de malas costumbres, eso puede generar problemas de salud.

La alimentación es un buen ejemplo. Muchos dueños consideran tierno compartir su comida con los animales. Pero en realidad, la ingestión de comidas cocinadas, condimentadas y/o industrializadas ocasiona trastornos graves en el estómago de la mascota.

Ropas, accesorios y complementos

Otro ejemplo es la diseminación de ropas y zapatos para mascotas. Puede parecer bello, pero no es lo recomendable para el organismo del animal. Al poner zapatitos en las patas de tu perro, se bloquea la transpiración e impide el contacto con el suelo. Básicamente se quita de esta región su motivación innata, alterando la naturaleza.

La humanización excesiva también acostumbra provocar problemas de conducta y/o temperamento. La timidez, la agresividad, los ladridos excesivos, la hiperactividad y los comportamientos “chantajistas”. Todos son ejemplos claros de conductas indeseadas que derivan de la creación humanizada.

Por otro lado, la falta de límites entre el humano y el animal puede significar un perjuicio al equilibrio psicológico del ser humano.

Mi perro no es mi hijo. Educación y disciplina

La educación correcta y la disciplinaria enseñan al perro a convivir mejor con las personas y otros animales. El proceso de sociabilización disminuye la probabilidad de una conducta agresiva. Sobre todo, en caso de disputa de territorio.

Al contrario, la humanización y la crianza irresponsable acostumbra alimentar el sentimiento de posesividad. Lo que termina por provocar accidentes domésticos con personas y/o animales invitados. El perro no socializado tiende a aislar a sí mismo y a su dueño para ejercer control sobre el territorio.

Además, la privación de la convivencia con semejantes no es positiva ni para el perro ni para su dueño. Aunque sea posible establecer una interacción entre humanos y animales, esta no puede sustituir el diálogo y el aprendizaje racional.

¿Y cómo consigo una relación saludable con mi perro?

Lo primero es entender y repetir a sí mismo la frase: “mi perro no es mi hijo”. Eso no significa amarlo menos o privarlo de cariño. Pero sí imponer límites entre su espacio y tu espacio.

El perro debe integrarse como parte de la “manada” que es tu familia. Pero jamás como el líder. En caso contrario, hará todo lo posible para prevalecer su voluntad. Incluyendo el destruir objetos del hogar y/o ponerse violento.

Una educación temprana

Por eso, es indispensable aprender a decirle que no. Aunque ponga la expresión más tierna en su rostro. Negar es necesario para educar. Lo ideal es empezar el proceso de educación y sociabilización durante las 4 y 20 semanas de vida. Los cachorros tienen el carácter más maleable y fácil de moldear.

Es importante enseñarle los comandos básicos como sentarse, quedarse, esperar, contestar a su nombre y acostarse. También se pueden proponer trucos diversos y adiestrarlo profesionalmente.

Por otro lado, no es recomendable enseñar al perro a subirse a la cama o a pedir comida en la mesa. El animal debe aprender a respetar los espacios reservados para los humanos. Mantener la privacidad es esencial en toda clase de relación, inclusive con las mascotas.

El refuerzo positivo es fundamental para afirman los buenos comportamientos. Al revés, la violencia inhibe el aprendizaje en todas las especies. Porque mi perro no es mi hijo, pero es mi responsabilidad.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.